miércoles, 5 de mayo de 2010

Negocio criminal

Cómprate un abrigo de piel. Es calentito, suave y confortable. No pasarás frío en todo el invierno. Además, nadie irá tan guapo y tan elegante que tú. No te preocupes por nada. Qué importa que tengan que sacrificar a cuarenta visones para confeccionar tu adorada prenda. No te preocupes por los zorros, nutrias, chinchillas, hurones y focas (entre otros) que han sido despellejados vivos, mientras se recorcían de dolor. Qué más da su sufrimiento innecesario, la exterminación masiva de la especie, la cría de animales no aptos para malvivir enjaulados en condiciones nefastas...

¿¡Cómo vas a usar prendas sintéticas para abrigarte!? ¿Tú? Por favor... Qué poco glamur... Teniendo tu bufanda de zorro o tu chaleco de piel de foca para lucir con orgullo... Que para algo te has gastado un dineral en seguir contribuyendo al éxito de una industria criminal.

lunes, 3 de mayo de 2010

Tuenti te tienta

¡Oh, venerado Tuentitonti..! Qué decir de tí. Me encanta cómo me llamas a voces en cuanto enciendo el ordenador. Me encanta cómo me ruegas que te visite porque no puedes pasar más de tres horas sin mí. Me encanta cómo me necesitas, cómo me adoras, cómo eres adicto a mí como a la droga. Me encanta cómo me tientas con tus suculentas fotos recién salidas del horno, o cómo me seduces con tus comentarios en fotos y en el tablón, o cómo me provocas con tus peticiones de amistad. Me encanta cómo me introduces en las vidas de gente que me importaría un bledo de no ser porque me sirves sus nicks ingeniosos o fotos impactantes en bandeja.

Me fascina cómo puedes dedicarle horas y horas a entretenerme sin rechistar, cómo dejas apartados tus quehaceres para dedicarte en cuerpo y alma a mi bienestar. Me fascina cómo te has amoldado a mí incluyéndome en tu rutina diaria. Me fascina cómo conviertes mis clases más tediosas (de estadística, que conste) en ratos inolvidables. Me fascina como me pones en contacto con amigos a los que no veo hace años. O meses. O días. O minutos. Y cómo me haces olvidar que tengo cientos de exámenes que estudiar, miles de trabajos que entregar...

¡Y esa manera de potenciar mis ticks nerviosos...! (Inicio, inicio, inicio, inicio...)

Me cautiva ese halo de misterio que albergas cuando me dices "tienes un mensaje privado". Me cautivan esos botoncitos verdes del chat que dan ganar de pulsar a toda costa. Me cautiva tu competitividad, tu esfuerzo por imitar a tu rival 'Feisbuk' y así ponerte a su altura (tranquilo cariño, tú eres el mejor). Me cautiva cómo me recuerdas los cumpleaños de mis tuentiamigos, ¡o cómo me felicitas cuando cumplo años! (además llamas a tus colega Publi para que la felicitación sea más cálida).


Pero lo que más me gusta es... ¡tu amabilidad de invitarme a todos los eventos habidos y por haber! Siempre te acuerdas de mí. No hay día que pase sin morirme de ganas por ver qué propones para nuestra próxima cita. Me haces reír con tus chistes. Me agasajas con tus vídeos, con tus spots publicitarios, con tus cortos, con tus fragmentos de programas de televisión, con tus curiosidades del primo 'LLutub'. Me invitas a conciertos o me vendes maquetas de gente que no conozco pero me muero por conocer. Me amenazas con que pretenden convertirte en gigoló (pero sé que te encanta picarme). Me informas sobre sucesos recientes de los que no me he enterado (¡eres mi periódico particular!). ¡Y hasta me invitas a manifestaciones por la República o movilizaciones sociales de apoyo al juez Garzón o similares! ¡Guau! ¡Eres mi hombre ideal! Pero en realidad y aún así...

¡TE ODIO! No quiero amantes que me hagan PERDER EL TIEMPO como TÚ, porque en el fondo no me aportas NADA excepto DESIDIA, APATÍA, PEREZA y ESTUPIDEZ. Pero lo que más asco me da de tí es la desagradable sensación que me dejas en el cuerpo cuando pasas más de cinco minutos conmigo y recuerdo la cantidad de trabajo que llevo a las espaldas y lo retrasada que voy POR TU CULPA, por tentarme, por ponerme el caramelito, caramelito que por cierto sabe a MIERDA cuando llegan las dos de la madrugada y descubres que el ritmo frenético de tu vida sigue siendo frenético y el estrés sigue ahí y no hay Tuentitonti que pueda combatirlo.

viernes, 30 de abril de 2010

Acosados

“¿Son tus aficiones extrañas? ¿Tienes algún defecto físico? ¿Te caracterizas por tu raro comportamiento o tu personalidad peculiar? ¿Y qué me dices de tu forma de pensar? ¿Eres diferente al resto? Si es así, lo siento, pero lo único que te mereces es mi desprecio y repulsión. No obtendrás de mí otra cosa que insultos, comentarios despectivos, burlas, ridiculizaciones e incluso alguna patada o escupitajo si se la ocasión lo merece. Total, qué importa, si todo el mundo está de acuerdo conmigo...”

Esta triste realidad afecta a muchas personas que sufren cada día los efectos de una conducta social denominada “bullying”, que consiste en una serie de acosos a los que una persona está sometida constantemente. Tanto si se trata de acoso verbal, (insultos), no verbal, (burlas, desprecios..), físico (patadas, bofetones..), o grupal (marginación), este va a hacer mella en la autoestima y estado psicológico de quien lo padece. Puede suponer la exclusión social de la víctima, que por lo general, y haciendo referencia al término, suele ser un niño (o no tan niño) que recibe agresiones continuadas por parte de sus compañeros.

Ampliando el concepto y aplicándoselo a personas adultas, lo cierto es que la crueldad de este comportamiento no disminuye, a pesar de que los acosadores sean más mayores y su capacidad intelectual y madurez se haya incrementado (teóricamente). Aquellos que ponen en práctica este tipo de violencia suelen tener un motivo que no justifica en absoluto su comportamiento. El hecho de sentir un grado de inseguridad importante o creerse inferior a los demás incita a ciertos individuos a tratar de acomplejar a sus víctimas mediante humillaciones. Esta acción les hace sentirse poderosos, capaces de hacer algo para aumentar su ego a través de minar el de otros. Además, de esta manera demuestran ser duros, fuertes, dominantes, machotes, 'guays'... En ocasiones, estos adjetivos les otorgan popularidad, que usan para seguir metiéndose con quien les apetezca en cada momento.

La mayoría de los testigos temen ser juzgados como “raritos, lo que les expondría a sufrir el acoso que sufre su compañero/a, por lo que siguen al aparentemente fuerte. No les merece la pena arriesgarse defendiendo al damnificado, aunque en el fondo sepan que la actuación de los “respetados” no está bien y la consideren una inmoralidad y una injusticia. ¿Cómo reaccionarían si estuviesen en el lugar del perjudicado? ¿Cambiarían su forma de ser para complacer al desalmado que les hace pasarlo realmente mal? ¿Pedirían ayuda o se quedarían en el intento al comprobar que nadie está dispuesto a socorrerles? Y en el caso de que su vida volviese a ser como antes... ¿Seguirían mostrando un comportamiento cobarde que les proporcionase la seguridad de no ser discriminados? Porque lo único que demuestran es falta de valentía y personalidad, y un miedo inmenso a la opinión de los demás.

Por otro lado, resulta curioso el que los acosados siempre suelan ser personas aparentemente débiles, incapaces de defenderse de todos los 'hienas' que se dedican a incordiarles, tímidas, reservadas, con personalidades y aficiones singulares, no demasiado agraciadas físicamente o con tendencias sexuales diferentes.

Esto tiene una explicación: el diferente tiende a ser discriminado por no encajar del todo en la sociedad. La mayoría de la gente prefiere seguir un camino fácil que le permita ocuparse únicamente de sus propios intereses, haciendo caso omiso a aquellos que piden ayuda a gritos, en un mundo en el que nadie les escucha. Cada cual se limita a dejarse llevar por el egoísmo, lo que implica el no relacionarse con gente “rara” o despectivamente considerada “friki”, que pueda perjudicar su imagen o posición social. Esto provoca la marginación del afectado, a no ser que este encuentre a personas con una mentalidad libre de prejuicios y la suficiente personalidad para decidir por sí mismas con quien quieren relacionarse, sin darle importancia al “qué dirán”.

La gente diferente que podría ser objeto de burla o acoso pero posee unas características personales similares a las descritas previamente, tiene la capacidad de imponerse y encontrar su lugar, no dejando ser pisoteada por nadie. A mi modo de ver, esas personas tienen motivos para sentirse orgullosas, pues han podido vencer graves prejuicios adoptados por la mayoría, lo que les permite sentir una doble satisfacción: vivir tranquilos sin soportar inmaduros que paguen su inseguridad con ellos, al mismo tiempo que conservan la esencia que les hace especiales.

En conclusión, cada cual sabrá cómo actúa ante estos casos, lo único incuestionable es que la opción más inteligente no es cerrar los ojos ante las cosas que no queremos ver, porque consideramos que no son de nuestra incumbencia.

lunes, 26 de abril de 2010

Mientras todos miran pero nadie interviene

El otro día iba yo sola camino de la universidad cuando me dío un chungo. Sí, es cierto, me puse pálida como la nieve, sentía frío y calor a la vez, comencé a sudar, mi visión de duplicó, y un insoportable dolor de cabeza se mezcló con una sensación de agobio y angustia nunca antes experimentada. Podría afirmar que lo más desagradable del episodio fue la interminable espera por llegar a Villaverde Bajo para evitar desplomarme en el tren, delante de tanta gente. O la sospecha de que el terrible malestar no iba a abandonar mi cuerpo por sí solo. O el miedo a que me ocurriese algo grave. Pero estaría mintiendo.

Lo peor fue la relfexión posterior, que nada tiene que ver conmigo ni con mi incidente en sí, sino con la reacción de los demás: indiferencia, pasividad, ausencia de socorro, ignorancia total. Habría unas 50 personas en mi vagón. Pero ninguna se acercó. Absolutamente nadie. Ni siquiera escuché un simple "Perdona, ¿estás bien?" o "¿Te ocurre algo?". Nada. Y mi aspecto no era precisamente saludable... ni normal. De hecho, huronear bien que lo hacían. Fijaban sus ojos en mí y en mi cara demacrada, y cuando yo levantaba la vista, el resto la apartaban. Ante tal panorama, no dudé en pedir ayuda, aunque fuese sutilmente, mediante preguntas del tipo: "¿Sabe si hay baños en la próxima estación? Me encuentro mal" o "¿no tendrá un Ibuprofeno por casualidad?". Pero lo único que obtuve por respuesta fue un escueto "no, ni idea, lo siento", acompañado por un implícito "déjame en paz, yonki, no me incumbe".

Quizás sea una exagerada. O una paranoica. Pero ésta no es la primera vez que constato la falta de humanidad que existe en la calle, con la diferencia de que en esta ocasión lo he vivido en mis propias carnes. Y aquí la perspectiva cambia.

Bandas de gorilas cobardes y agresivos que apalean en masa a un joven indefenso (mientras todos miran pero nadie interviene), viejos fachas que increpan a inmigrantes en el metro por el hecho de serlo, exigiéndoles sólo a ellos que les cedan el sitio por ese motivo (mientras todos miran pero nadie interviene), borrachos ensangrentados que se tumban en mitad de la calzada (mientras todos miran pero nadie interviene), ancianas enfermas y desprotegidas que sollozan tiradas en la acera y arropadas con mantas en una noche de invierno (mientras todos miran pero nadie interviene), adolescentes víctimas de un robo con violencia en la vía pública (mientras todos miran pero nadie interviene)... Y la lista sigue. Y hasta ahora sólo hemos hablado de sucesos cotidianos que he conocido en primera persona o gracias a los testimonios de otros.

Más famosos son casos como el de Álvaro Ussía, que murió apuñalado en plena calle a manos de un portero de discoteca. Es probable que muchos miraran, pero nadie hizo nada por evitarlo. Lo mismo ocurrió con la joven ecuatoriana que sufrió vejaciones y agresiones en el metro por parte de un xenófobo al que nadie se atrevió a parar los pies. ¿Salió alguien a defenderla?




¿Tan miserables somos que no nos dignamos a socorrer al prójimo ni siquiera en situaciones de emergencia? ¿Es cobardía? ¿Egoísmo? ¿Comodidad? ¿Desensibilización? ¿Falta de empatía tal vez? ¿Frivolidad? ¿O simple pasotismo? Es lógico y normal que antepongamos siempre nuestra propia integridad física, pero ¿hasta el punto de no ser capaces ni de tender la mano a quien lo está pidiendo a gritos? ¿Cómo podemos permanecer inmutables ante situaciones así? Yo no pido solidaridad mundial con aquellos que no tienen recursos y demandan apoyo y protección (que sería lo ideal, pero no somos dios). Lo que pido no es exigible. Debería salir instintivamente de cada persona. ¡Pero por lo general no es así!

Cuando el gobierno toma decisiones que no nos gustan o no nos interesan, bien que salimos a la calle a manifestarnos, a veces con el pretexto de que lo hacemos por apoyar a los más desfavorecidos (siempre que quepa la posibilidad de que la medida que se haya adoptado nos pueda perjudicar directa o indirectamente). Cuando un terremoto convierte Haití en escombros, bien que nos rascamos el bolsillo y después hacemos alarde de ello. Pero cuando se trata de auxiliar, ¡nos limitamos a mirar!

La opción más fácil es lavarse las manos y compadecernos del afectado en casita, cuando ya no le tenemos cara a cara. Pero cuando algo nos pase a nosotros y todos miren pero nadie intervenga, tal y como venimos haciendo toda la vida, otro gallo cantará.

Pon un molinillo en tu vida

No te guardes nada. Si hay algo que no te puedes callar por más tiempo, este es momento y lugar de soltarlo con total libertad. Sea lo que sea. Habla. Exprésate. Defiende tu opinión. Pero que no te tapen la boca. Por mi parte, abordaré temas de sociedad que me preocupan / interesan / incomodan. No tengo intención de convertir este blog en un rincón de denuncia social. O sí.




Lo único que sé es que... Si quieres ventilar tu habitación, cierra la puerta, abre las ventanas y pon un molinillo en tu vida.